tuve el honor de ilustrar.
Gracias, Patxi, por permitirme publicarlos.
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El fermento de la revuelta burbujea en los gases de las espaldas mojadas que se descomponen al fondo del Río Bravo. El polvo de los mártires de la próxima revolución se funde con el del desierto abrasador de Mojave, donde cayeron cuando las luces de San Diego ya resplandecían a lo lejos y los pistoleros de la Migra habían quedado casi atrás. El Estrecho de Gibraltar no deja huecos, ni siquiera a rayas en el mar, pero los restos del naufragio sirven de esqueletos a nuevas pateras. Los pioneros en busca de un nuevo mundo y una vida mejor mueren por decenas, injusta y hasta absurdamente, como en el muelle de Dover; de puro calor en el vientre de un camión frigorífico…
Y a pesar de todo continuarán intentándolo: cada asalto fallido al paraíso será sólo un machetazo sangrante que abra un hueco en la espesura de una selva plagada de fieras agazapadas tras corbatas o uniformes, un hueco a los que vienen detrás, a los que no tienen otra opción para salvar sus vidas que jugárselas. No los detendrán fronteras, naturales o alambradas, ni leyes caníbales que devoren sus derechos más fundamentales. Los desheredados del mundo se han cansado de soportar guerras y miseria y llegan a rendir cuentas a los responsables de ellas.