Hacía tiempo que no tenía entre manos un encargo así. El Hilo de Ariadna es un material didáctico editado por la Fundación Paz y Solidaridad de Navarra para distribuirse por los centros educativos. En él, y partiendo de la leyenda de Teseo y el Minotauro, se hace una lectura acerca de la Globalización. Para ello, se han repartido miles de cuentos en los centros, con sendas ediciones en euskera y castellano.
La leyenda fue reescrita por Silvia Sousa Navó para esta nueva visión de la historia y a mí me correspondió ilustrarlo con las imágenes que veis a continuación:
La leyenda fue reescrita por Silvia Sousa Navó para esta nueva visión de la historia y a mí me correspondió ilustrarlo con las imágenes que veis a continuación:
"[…] Su padre Minos decidió vengar la muerte de su primogénito conquistando Atenas, la ciudad que le había arrebatado algo más preciado para él que el mismísimo sol. Así, a una muerte le siguieron muchas. Egeo tuvo que aceptar el tributo exigido por el rey de Creta: enviar cada nueve años a siete jóvenes y siete doncellas al lugar en el que el propio Teseo se encontraba ahora. En medio de aquella oscuridad, atravesada sólo por el plateado hilo que se desprendía de sus manos, se escondía el verdadero problema: Asterión, hermano de Androgeo. El Minotauro […]".
"[…] Cuando el nombre del dios salió de su boca, Teseo notó un aterciopelado impacto en su cara. Fue un contacto tan inesperado que el joven se agachó, defendiéndose de lo desconocido. Pasaron unos segundos y comprobó que nadie parecía querer atacarle, así que, recuperando la posición erguida que a todo héroe se le supone, se levantó. Enfrente, un maravilloso búho blanco le observaba con lo que parecía un gesto de burla, probablemente percibido por las numerosas sombras que cubrían con avidez cualquier objeto hasta devorarlo por completo. Teseo recuperó el habla un tanto avergonzado:
—¿Cómo puede haberme asustado un pájaro, cuando vengo a enfrentarme a una bestia?
Por fin su voz tuvo consecuencias:
—Niñato. Yo puedo estar donde tú estás, pero tú nunca podrás seguirme. Puedes atrapar lo más pesado, lo más grande, lo más rápido. Pero no llegarás a lo más alto, a mí […]".
"[…] En Atenas existía un artista que realizaba preciosos juguetes de madera y que toda Grecia admiraba y encargaba. Su arte era tal que las marionetas parecían pequeños seres humanos y el mismísimo rey de Creta, asombrado, le pidió que trabajara para él. Dédalo, que así se llamaba, accedió a los deseos de Minos, pero éste no fue el único en darse cuenta de su genio. Cuando Minos desafió a Poseidón olvidando que el toro blanco debía ser devuelto al dios, Pasífae, mujer de Minos, quedó prendada de la belleza irresistible de la bestia. Ella, la reina, también admiraba a Dédalo y le pidió que construyera algo capaz de conseguir que el animal se enamorara de ella. El artista se puso manos a la obra y talló una vaca tan maravillosa que las moscas se acercaban a ella, imaginando su olor. El invento tenía una trampilla por la que se podía entrar al espacio hueco que se escondía dentro él, y de esta forma Pasífae, esposa de Minos, concibió a su hijo Asterión, Minotauro de Creta […]".
"[…] En los oráculos, una mujer recibía mensajes de los dioses en forma de acertijo y las personas que solicitaban la ayuda debían entender qué era exactamente lo que los dioses querían decirles con ellos. Así que el joven trató de descifrar qué significaba aquello para él.
La imagen era la siguiente: Dos monedas de oro y dos de bronce agrupadas por parejas. Aquello no le decía gran cosa. Pero como la vez anterior, al afinar un poco más la mirada, descubrió que cada pareja estaba formada por una moneda cretense y otra ateniense, siendo en cada caso una de oro y otra de bronce, y viceversa. Teseo sabía que el problema residía en el poder y, por lo tanto, el dinero era un elemento esencial. Pero ¿por qué ninguna de las dos ciudades aparecía en el espejo como vencedora o perdedora? Las dos, oro; las dos, bronce […]".
La imagen era la siguiente: Dos monedas de oro y dos de bronce agrupadas por parejas. Aquello no le decía gran cosa. Pero como la vez anterior, al afinar un poco más la mirada, descubrió que cada pareja estaba formada por una moneda cretense y otra ateniense, siendo en cada caso una de oro y otra de bronce, y viceversa. Teseo sabía que el problema residía en el poder y, por lo tanto, el dinero era un elemento esencial. Pero ¿por qué ninguna de las dos ciudades aparecía en el espejo como vencedora o perdedora? Las dos, oro; las dos, bronce […]".
"[…] Teseo se sintió aliviado al comprobar que Nictálope, el orgulloso búho blanco, no tenía nada que ver con aquello. En su lugar, tres rechonchas y parduscas perdices palmoteaban enloquecidamente sus alas. Por lo visto, todas las aves de la región tenían algo que decir, aunque no tuviera ningún interés. Pero al menos en esta ocasión, gracias a ellas, había realizado un reconfortante descubrimiento: la noche llegaba lentamente a su fin. Había podido reconocer a las perdices a bastantes pasos de distancia, lo que significaba que la luz comenzaba a vencer sobre la oscuridad […]".
"[…] Esta vez, el marco contenía una pequeña lámina de oro en la que estaba grabado: “Leonia”. Teseo supuso que era el nombre de la ciudad: un lugar que devoraba salvajemente lo nuevo convirtiéndolo casi instantáneamente en viejo. Volvió a mirarla y algo en ella le recordó al laberinto: Leonia era inmensa e ilimitada. Ocupaba una extensión que abarcaba las tres colinas que aparecían dentro del marco. Desordenada y caótica, nada hacía suponer que no se extendiera más allá de los límites que podían contemplarse. No sabía si aquello existía, si dicha ciudad se asentaba sobre las auténticas piedras y bosques de Grecia, pero sintió una punzada de amenaza […]".
"[…] De pequeño, su padre le contaba la historia de un viejo rey que, movido por su ansia de poder, pidió a los dioses que todo lo que tocara se convirtiera en oro. No recordaba bien el nombre, pero sonaba lejanamente a Minos. ¿Tal vez Midas? No lo sabía a ciencia cierta. Lo cierto era que su padre, Egeo, rey de Atenas, se burlaba de aquel monarca diciendo que era un viejo tonto que no sabía explicar con claridad sus deseos. Aquel cuadro le recordó esa historia. En ambos casos el abundante oro había cegado a quien lo contemplaba […]".
"[…] Poco a poco el sol perdía intensidad. La tarde comenzaba a caer y el tiempo parecía haberse lanzado a la carrera, de modo que la oscuridad le pareció tres veces más larga que la luz de la mañana. Debía darse prisa, no fuera que la noche o el sueño le dieran alcance. Por segunda vez, corrió hacia su destino y por segunda vez también tuvo que detenerse. Dos palomas caminaban en círculo cerrándole el paso. Resignado, Teseo esperó el nuevo juicio que venía desde las alturas pero pensó que tal vez todo fuera mejor si esta vez era él quien iniciaba la conversación […]".
"[…] Un relámpago dentro de su cabeza iluminó una parte de su cerebro hasta ahora ensombrecida y del estruendo de su conocimiento nacieron las siguientes palabras de Teseo:
—Teseo es hombre y como todo hombre necesita comida, aunque Teseo es héroe y puede sobreponerse. Pero es héroe porque un monstruo hambriento le espera. Por lo tanto, en la historia de Teseo el monstruo es también Asterión y un poco Teseo. Como él, tendrá hambre sin tener culpa por ello. Así pues, Teseo necesita la muerte de Asterión para su gloria, pero Asterión quizás necesite la de Teseo para su vida. El acertijo, el verdadero laberinto, es saber si los dos, monstruo y héroe, sobrevivirán a su encuentro. Quizás Teseo se convierta en héroe y consiga solucionarlo […]".
"[…] Justo antes de reiniciar su caminata, cuando echaba la última ojeada al impenetrable espacio en el que se camuflaba el cuadro, descubrió que otra minúscula chapita de oro se inscribía en lo que supuso era la parte inferior del marco. En ella se leía únicamente: “Se debe saber”. Sin nada más escrito en ningún lugar, Teseo interpretó que en los límites de ese reflejo se quedaba encerrado para siempre algo que él debía saber y ya nunca más sabría. Un único conocimiento le consolaba, el Minotauro debía de estar cada vez más cerca […]".
"[…] —Has venido a mi casa para matarme. Piensas que la situación de Atenas es insostenible. Que el imperio de Creta le perjudica incluso a sí misma. Que ser hermana del Minotauro ensucia el nombre de Ariadna. De todo me crees culpable. De mi fuerza, de mi hambre, de mi suciedad. Todo esto sé por los pájaros. El mundo olvida que ésta es mi casa, creen que en ella sólo soy un enjaulado más. Pero nadie puede entrar ni salir de aquí tan fácilmente. Con el hilo de Creta también se fabrican redes en las que hombres, peces y pájaros tropiezan. Los peores laberintos son los que a simple vista no se ven. Hay que volar muy alto para escapar de ellos y de mí. Teseo ha entrado pero ¿podrá salir? […]".
"[…] En el lugar desde el que esperaba divisar la ciudad de Creta engalanada para recibir a su nuevo héroe, el joven sólo contempló a quien portaba el único nombre que amaba más que el de héroe. Los brillantes ojos de Ariadna iluminaban la noche […]".