que, al igual que otros publicados en este blog,
tuve el honor de ilustrar.
Gracias, Patxi, por permitirme publicarlos.
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Mi última luna se desangra en un cielo que todavía huele a pólvora. Hace sólo una horas, poco después de que nos condujeran hasta este corral, ese cielo descargó una tormenta con relámpagos de colores, como culebritas que reventaban atronadoramente y caían levemente, inyectándome despacito en sus últimos estertores un veneno que me aceleraba un corazón al que le barrunto ya sus últimos latidos.
—Son los fuegos artificiales –han dicho los cabestros que nos han guiado hasta aquí, a mi y mis cinco hermanos, desde los otros corrales en los que hemos pasado los últimos días.
—Son los fuegos artificiales –han dicho los cabestros que nos han guiado hasta aquí, a mi y mis cinco hermanos, desde los otros corrales en los que hemos pasado los últimos días.