que, al igual que otros publicados en este blog,
tuve el honor de ilustrar.
En el caso que nos ocupa, coincidía su publicación
con el fallecimiento de Charles M. Schulz, de ahí el toque.
En el caso que nos ocupa, coincidía su publicación
con el fallecimiento de Charles M. Schulz, de ahí el toque.
Gracias, Patxi, por permitirme publicarlos.
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Los sanfermines no terminan cuando los cientos de velas comienzan a vertir sus lágrimas de cera en la medianoche del día 14, el día del “Pobre de Mí” y las imágenes retorcidas tras la llama van extinguiendo sus distorsionadas, esperpénticas figuras al tiempo que el fuego se apaga. Todo ha empezado a terminar por la mañana, tras el último encierro, con los curriquis que desmontan el vallado, un complicado puzzle de maderas marcadas que sólo ellos saben encajar y desencajar y que sin embargo desmontan en un santiamén. (es algo extraño, porque por el contrario, su instalación se hace con un mes de antelación al chupinazo, cabe pensar, por tanto, que no como medida previsora sino, impulsada por la impaciencia).