que, al igual que otros publicados en este blog,
tuve el honor de ilustrar.
Gracias, Patxi, por permitirme publicarlos.
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Don Obdulio fué uno de esos señores que se dedican a escribir cartas a los periódicos protestando por las cagadas de perros en las aceras hasta que un día se sorprendió a sí mismo meando sangre. Una crisálida roja brotó de su polla y revolviéndose nerviosa en apenas unos segundos tiñó el agua del retrete con su color. Inmediatamente después la metamorfosis continuó dentro del pecho de Don Obdulio, donde una mariposa aleteó contra las aristas de su corazón helado. Aquel miedo no era infundado. Al día siguiente el médico le comunicó que le quedaban escasos meses de vida.
—¿Por qué yo? –se preguntaba atormentado Don Obdulio.
—¿Por qué yo? –se preguntaba atormentado Don Obdulio.