que, al igual que otros publicados en este blog,
tuve el honor de ilustrar.
Gracias, Patxi, por permitirme publicarlos.
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—Tranquilo, hombre, a todos nos pasa alguna vez –intentaba consolarme mi colega. Su voz me llegaba a duras penas, abriéndose paso como un piloto suicida a través de la niebla nicotinada del garito en el que, desde hacía horas, nos reponíamos de los reveses de la fortuna con bebidas “isogintónicas”, como él las llamaba, y, sobre todo, a través de la otra niebla, la psicotrópica, que se había cernido sobre el páramo de mi cabezota.
Durante todas las semana no había habido nada que consiguiera disiparla. Nadie que consiguiera ponerme de pie. Dicen que a todos les pasa alguna vez, pero para mi era la primera. Mi primer gatillazo. El terrible bloqueo del escritor.