que, al igual que otros publicados en este blog,
tuve el honor de ilustrar.
Gracias, Patxi, por permitirme publicarlos.
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—¿Si alguna vez me metieran en la cárcel vendrías a verme?– recordó la conversación, tantos años después.
—¿A la cárcel? Por Dios! ¿Qué has hecho?
Estaban sentados en una cafetería, junto a un ventanal por el que culebreaban gotitas de lluvia. Algunas de ellas se encontraban y se fundían, otras continuaban zigzagueando desesperadas. Todas terminaban diluyéndose sobre el cristal. Diluyéndose como aquel amor que tanto le hizo sufrir.
Ahora, al volver a verla, después de tanto tiempo, sabía que no había merecido la pena.
—¿A la cárcel? Por Dios! ¿Qué has hecho?
Estaban sentados en una cafetería, junto a un ventanal por el que culebreaban gotitas de lluvia. Algunas de ellas se encontraban y se fundían, otras continuaban zigzagueando desesperadas. Todas terminaban diluyéndose sobre el cristal. Diluyéndose como aquel amor que tanto le hizo sufrir.
Ahora, al volver a verla, después de tanto tiempo, sabía que no había merecido la pena.