que, al igual que otros publicados en este blog,
tuve el honor de ilustrar.
Gracias, Patxi, por permitirme publicarlos.
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Aquella mañana el hombre dejó el periódico sobre la mesa de la cocina y salió a la calle para que los remolinos de hojarasca otoñal engulleran todas las malas noticias. Al hombre le gustaba el otoño, porque era como una prolongación de su estado de ánimo habitual, melancólico, gris, sereno. Al hombre también le gustaba leer los periódicos por la mañana, pero en los últimos días se asustaba cada vez que lo hacía, pues veía cómo éstos hacían resucitar viejos fantasmas, cómo repetían hasta convertir en familiares palabras terribles como patria, guerra, religión…