que, al igual que otros publicados en este blog,
tuve el honor de ilustrar.
Gracias, Patxi, por permitirme publicarlos.
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Con un par de huevos –de los que ponen las gallinas, que no se le dispare la testosterona a nadie– no es tan difícil colocar contra las cuerdas a los poderosos, por mucho que el poderoso en cuestión sea viceprimerministro o conserve de su juventud como púgil un buen “punch”. Incluso con un solo huevo es posible, como quedó demostrado hace unos días, cuando un ganadero inglés estampó uno en el rostro de “John is John”, así llamó Tony Blair a su segundo de a bordo, tratando de justificar su reacción, que consistió en revolverse, lanzarle un gancho y enredarse después en una pelea de bar que dejó al susodicho viceprimerministro en calzoncillos y con calcetines de ejecutivo ante la opinión pública, cota de rículo sólo superada al día siguiente, cuando intentó lavar su imagen dando un biberón a un niño con sus rudas manos de boxeador.