que, al igual que otros publicados en este blog,
tuve el honor de ilustrar.
Gracias, Patxi, por permitirme publicarlos.
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Escribí “Poetas muertos” tras un viaje a París. Fue un viaje corto, durante un puente, el de agosto, concretamente, y en consecuencia en París sólo había, por una parte, japoneses con cámaras de fotos, y alemanes con chancletas y calcetines, por otra todos los parisinos (la mayoría de ellos africanos, rumanos…) que no podían permitirse unas vacaciones y que se habían quedado en la ciudad barriendo las calles, sirviendo hamburguesas o cambiándonos las sábanas del hotel a todos nosotros, los turistas, los domingueros. El resto, la Tour Eiffel, los Campos Eliseos, Montparnasse, de momento seguía allá, de manera que el fin de semana consistió en un peregrinaje de uno a otro de esos lugares que reseñan las guías turísticas –en este caso la de “El Pais-Aguilar”–, un peregrinaje apresurado, sacando fotografías y gastando suela y billetes de metro.