Nuestra Señora de la Inspección es otra de las advocaciones más veneradas en la Comunidad Foral de Navarra. De reciente llegada a los altares, su canonización se debe al inhumano martirio sufrido por su humanitaria labor en pro de los más desfavorecidos. En la actualidad proliferan en todo el mundo las órdenes consagradas a su causa, si bien es en Madrid y en la Comunidad Foral donde goza de mayor número de fieles.
Es patrona y protectora de hosteleros, labradores, conserveros, universitarios, futbolistas y economistas.
Son muchos y variados los tocados por su gracia y los que agradecen su milagrosa intercesión. Asimismo, no se descarta que se conozcan nuevas causas de santidad que agregar a su venerado nombre.
Martirio
Dedicó toda su vida pública a favorecer e interceder humanitariamente por los marginados de su tiempo, obrando con justicia cuando las causas de los desprotegidos temerosos de Dios así lo merecían. Cuenta la tradición que fue sometida a martirio por obrar en defensa de aquellos a quienes la insaciable codicia de los sátrapas y tiranos quería condenar a la miseria. Durante un invierno de Nieves, fue descarnada públicamente durante semanas y arrojadas sus entrañas a los cuervos, mientras se encomendaba sin descanso a Nuestra Señora del Merengue, rogando por su milagrosa intercesión.
Tan claramente brilló su luz por encima de las tinieblas del pecado, que fue elevada a los altares con grande alborozo para sus seguidores.
Representación
Aparece representada con serena expresión, sabedora de su alianza eterna con la divina providencia. Se aferra a la espada de la justicia mientras se apoya en la rueda del sustento económico –en otro tiempo imparable, hoy destrozada por los herejes–, lamentando el caos al que se ve sometido el mundo sin su intervención. A sus pies, que reposan sobre el cojín rojo de los Fueros, suele añadirse un haz de paja (“Llegará quien separe el grano de la paja”), punto este que es motivo de acaloradas discusiones entre los estudiosos, pues defienden sus fieles que es con el grano con lo que debería ser representada. Hay quien sostiene que esta paradoja es, en sí misma, una prueba más de su infinita humildad.
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